sábado, 12 de mayo de 2012

Juan Francisco Sánchez, el médico toboseño de Isabel II

Caricatura de la época de Isabel II

En el magnífico libro de Isabel Burdiel Isabel II. Una biografía (Taurus, 2010) se realiza un pormenorizado recorrido por la tormentosa vida de la reina Isabel II. Testigo próximo de sus avatares fue el médico de cámara Juan Francisco Sánchez, nacido en El toboso en 1789. En la Revista de la época Escenas Contemporáneas (1858, IV, pp. 145-152) encontramos un apunte de su biografía por el conde de Fabraquer. Su padre era médico en El Toboso y el joven Juan Francisco  llegó a estudiar medicina a Madrid poco antes de 1808 y para sobrevivir trabajó como amanuense de un médico pariente suyo, Santiago Martín de Nicolás. "El padre de Sánchez, médico de El Toboso, hizo los sacrificios de dinero que le permitía su estrecha situación para que su hijo pudiese asistir a las cátedras de cirugía del Colegio San Carlos de Madrid". El joven se decantó por los estudios de anatomía, dedicando muchas horas al estudio de los cuerpos muertos en el anfiteatro del hospital general. El biográfo, en su afán laudatorio no duda en decir que el estudiante se lleva los cuerpos a su casa para seguir estudiándolos. Su talento pronto fue reconocido, trabajando como ayudante del catedrático de anatomía Aso Travieso, y ocupando después la cátedra de anatomía en San Carlos. Al tener que abandonar España la Regente María Cristina -aquí la biografía de Isabel Burdiel aporta datos interesantísimos sobre  sus intrigas políticas y sus desfalcos mediante la cuenta secreta de palacio-  dejó el cuidado de la salud de la futura reina Isabel II en manos de los doctores Bonifacio Gutiérrez y Juan Francisco Sánchez, durante la Regencia de Espartero. El doctor tuvo que abandonar su cátedra y sus consultas privadas -suponemos que a cambio de un sustancioso sueldo en palacio- pero obtuvo el título de primer médico de cámara, cargo que ocupará durante 18 años. El biógrafo conde de Fabraquer nos dice "que el que veló sobre ella -Isabel II- cuando tierna niña la aquejaban las indisposiciones inseparables de la infancia, ha velado sobre ella, cuando esposa, sobrevinieron los primeros accidentes de la maternidad".
Sin duda hoy se habrían pagado millones por las memorias del famoso médico toboseño, porque sin duda era el mejor informado de palacio de la variopinta -por decir algo- vida íntima de la reina y sus alumbramientos -en el libro de Isabel Burdiel se detallan los sucesivos amantes de la reina y la verdadera paternidad incluso del heredero-.
Juan Francisco Sánchez presentó la dimisión de su cargo en 1850 al morir poco después de nacer el que debía ser el heredero al trono, ante las insistentes críticas de algunos colegas, pero no le fue aceptada por los reyes, satisfechos con su trabajo. Asistió a la reina en sus múltiples partos posteriores, aunque algunos se ocultaron.
Según consta en el Archivo General de Palacio -Ref. Cª 8656,  Exp. 2- el alumbramiento por SM. la Reina de un hijo varón fue anunciado al General Espartero, entonces Presidente del Gobierno, como una indisposición de la Reina en la noche del 19 al 20 de Junio de 1856 y obligó a los facultativos de Cámara a prescribir (realizar) una sangría, "con cuyo medio unido a la quietud SM. se encuentra aliviada". Firmado por el Excmo. Sr. Primer Médico de Cámara Don Juan Francisco Sánchez. También se puede leer en el mismo expediente "Acerca del estado de Embarazo de SM. (éste) se ha desvanecido a la vista de las pruebas materiales de la concepción".
Entre otros méritos, su discricción y silencio le valieron la gran cruz de Isabel la Católica, y a su hijo Diego se le nombró médico supernumerario de cámara. En el lecho de muerte la reina le concedió la gran cruz de Carlos III. Murió con 69 años.
La reina partió para el exilio en septiembre de 1868, después de triunfar la revolución liberal llamada La Gloriosa, tras una creciente crítica a la monarca -demasiado apegada a los moderados y a las fuerzas más conservadoras- y en medio de una grave crisis económica y social.
Benito Pérez Galdós  escribió varias obras en las que aparece el personaje Augusto Miquis, un médico de El Toboso de origen humilde haciendo carrera en Madrid, pero no sabemos si puede  hacer referencia a Juan Francisco Sánchez.


sábado, 5 de mayo de 2012

La elaboración del arrope



A estas alturas no necesitamos decir que la cocina es una de las formas más genuinas de cultura. Una de las recetas más tradicionales de El Toboso es la del arrope, cuya elaboración encierra ciertos secretos, como si dijéramos de alquimia casera, que sin duda responden a una lógica aquilatada durante generaciones.  Mi madre, Rosario Gallego Ortiz aún sigue elaborándolo por septiembre, aprovechando el mosto de las viñas del  pueblo,  de la siguiente manera. Necesitamos una arroba de mosto -que se ha dejado reposar unas 12 horas con dos puñados de "tierra blanca" de la cueva del "Cerro Gordo" del camino de Miguel Esteban-, un perol de cobre -así saldrá más dorado-, un huevo, la corteza de una naranja y unos granos de anís. Ponemos a hervir la arroba de mosto en la caldera de cobre, con la corteza de la naranja y el anís envueltos en un lienzo -para luego sacarlos mejor- y echamos un huevo, lo que producirá abundante espuma, que quitaremos repetidamente con una espumadera -limpiando así el mosto-. De forma paralela hemos ido preparando el letuario a partir de trozos de melón y calabaza que habremos introducido en agua de cal durante una hora. Después se lavan varias veces y se introducen en el arrope junto a trozos de membrillo -que aún no estarán maduros y que no necesitan pasar por el agua de cal- y las pipas lavadas de la calabaza, para que se cuezan. Al ir a apartar el perol del fuego se le echan una ramas de albahaca. Después de unas dos horas la arroba inicial de mosto habrá quedado reducida a unos cinco o seis litros de denso y dorado arrope, un postre verdaderamente delicioso. Podremos guardar el arrope durante todo el año -incluso más- y comerlo sin más acompañamiento o como el ingrediente principal para  elaborar el mostillo -pero esa es otra receta.

martes, 1 de mayo de 2012

La iglesia donde rezaba Dulcinea

Vista interior de la iglesia con la nueva iluminación

Si hay un título acertado para realizar un artículo sobre la iglesia parroquial de El Toboso es el de "La iglesia donde rezaba Dulcinea", del gran historiador del arte José María de Azcárate en 1948 (Revista Ideas Estéticas, vol. 6, pp. 239-241). Según este autor "el templo actual se comenzó a construir hacia 1525, sustituyendo a otro que en 26 de julio de 1511 se describe como "un buen cuerpo de yglesia de una nave de cinco bóvedas con la mayor sobre sus arcos e pilares toda de cantería labrada e todas las paredes de cal e canto con unos feneçes espesos a manera de cubetes, tyene una torrezilla de piedra e yeso para campanario, tyene dos portadas de cantería en la una buenas puestas nuevas y en la otra otras viejeas"(...). Y el jueves 8 de noviembre de 1537 se habla de la iglesia nueva, "toda de bobeda y a los lados de la capilla principal estan dos capillas de bobeda con lus fileteras doradas", pagándose 34.457 maravedíses a "joanes de santiago maestro de canteria para en pago de la obra de la dicha iglesia", al mismo tiempo que se ordena que "se continue la obra de ella como va con paresçcer del cura y conçejo de la dicha villa". Maestro que también dirigía la construcción de la vecina iglesia de Villanueva de Alcardete".
Sigue diciendo Azcárate en su artículo que "En la visita de enero de 1556 la iglesia aun "no está acabada, labrase al presente y anse de hazer tres capillas con las dos colaterales y la tribuna que a de ser de la misma bobeda con tadas las tres naves", especificándose que la torre sólo está construída "la cuarta parte de lo que ha de subier", dato que se comprueba con la fecha de 1552, que tiene la monumental torre en cu primer cuerpo. Por estas fechas debía dirigir la obra de la iglesia el maestro Miguel de Verdilaza".
"Ya en la visita de 1604 se describe de forma análoga a como se conserva al presente: "es de un cuerpo de tres naves casi quadrada de mampostería, estribos de los mismo con esquinas y laborados de sillares. Las bovedas de sillería excepto las de la cpilla mayor que es de yesso fundadas sobre pilares gruessos de cantería en lo claro tien seis con sus crezeros, tiene una torre de mampostería con su sillares en las esquinas questava començada al tiempo de la visita passada e aora esta acavada y en l hueco della en vaxo esta la ila del baptismo fecha en forma de capilla con media naranja, tiene por hazer la sacristi la qual se va haziendo e se haze a la parte de la espistola por la parte de la afuera de la nave colateral y aora sirve de sacritia una capillita pequeña que ay a la parte de la epistola al rremate de lanave colateral. La dicha torre tiene tres suelo y en el último un coronamiento con doçe bolas de piedra y un chapitel pequeño con una bola dorada e una cruz en medio".
El proceso de construcción se prolongó durante más de un siglo -en las distintas fases de construcción aparecen las dataciones en piedra-, coincidiendo con la gran expansión demográfica de la villa -y siendo acabadas con dificultad las fases finales como las bóvedas de la cabecera, ya en pleno declive económico y demográfico-, y ha quedado como el principal testimonio visual de esa época, inmortalizada por Cervantes. La mayor parte de la barroca decoración interior acabó siendo destruida y expoliada durante la guerra civil y el franquismo, dotándola de un desusado aspecto despojado y limpio que recordaba a las iglesias protestantes. En los años ochenta del siglo pasado la techumbre fue completamente restaurada tras sufrir un grave incendio. Actualmente se está redecorando profusamente.

La persecución inquisitorial de la familia Alonso-Villanueva de El Toboso

 El Archivo Diocesano de Cuenca contiene un conjunto de expedientes inquisitoriales referidos a El Toboso de inestimable valor para conocer ...